martes, 28 de diciembre de 2010

El encuentro fortuíto de elementos extraños



Mezclar dos temas que nunca antes estuvieron juntos, mezclar dos técnicas, dos medios, dos materiales que, al menos nosotros, los espectadores, los lectores, nunca antes hemos visto juntos, lo vuelve algo novedoso en nuestra cabeza... y en realidad lo es.

El siguiente es un fragmento de un libro, “Surrealismo”, de Cathrin Klingsöhr-Leroy, publicado por la editorial Taschen.

El encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección

En 1934, Max Ernst escribía retrospectivamente en su tratado “Qué es el surrealismo”: Al principio, no resultaba fácil ni a pintores ni a escultores encontrar los procedimientos propios de la “escritura automática” adaptados a sus posibilidades expresivas técnicas, que les permitiesen alcanzar la objetividad poética, es decir, excluir el proceso generador de la obra de arte de la razón, el gusto la voluntad consciente. No podían recurrir a estudios teóricos, sino sólo a ensayos prácticos y a sus resultados. El encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección (Lautréamont) es actualmente un ejemplo muy conocido, casi clásico, del fenómeno descubierto por los surrealistas de que la aproximación de dos (o más) elementos aparentemente extraños entre sí en un plano ajeno a ellos provoca las explosiones poéticas más intensas. Innumerables experimentos individuales y colectivos [...] demostraron la utilidad de este procedimiento. Se comprobó que cuanto más arbitrariamente se reuniesen los elementos, más segura era una reinterpretación total o parcial de las cosas a través de los chispazos de la poesía.

Un ejemplo típico de este proceso es el collage, que tuvo en Max Ernst a uno de sus representantes más destacados. Ya en 1919, cuando el artista se contaba entre los protagonistas del dadaísmo en Colonia, descubrió el efecto alucinatorio resultante de la combinación de elementos -plásticos en este caso- procedentes de contextos diferentes. Los motivos de los catálogos comerciales, de las representaciones anatómicas y los grabados antiguos le proporcionaban la materia prima necesaria para sus collages. Los recortaba, los combinaba de nuevo y presentaba sus sorprendentes asociaciones ante un trasfondo novedoso.

Sólo por el hecho de encontrarse junto a una segunda realidad muy distinta y no menos absurda (una máquina de coser), en un lugar en que ambas se tienen que sentir extrañas (una mesa de disección), una realidad de contornos precisos, cuya determinación natural parece definitivamente establecida (un paraguas), pierde su definición natural y su identidad; a través de un valor relativo supera su absolutismo falso y adquiere un absolutismo nuevo, verdadero y poético: el paraguas y la máquina de coser se aparean. Entiendo que este ejemplo realmente sencillo revela el mecanismo del procedimiento. La transmutación total se evidenciará de forma inevitable como consecuencia de una acción pura similar a la del coito en el momento mismo en que la coincidencia de dos realidades, en apariencia incompatibles en un plano que obviamente no les corresponde, cree las condiciones necesarias.

Esto, espero, les ayude a encontrar una nueva forma de buscar inspiración literaria.  


jueves, 23 de diciembre de 2010

Lo efímero en la literatura


efímero, ra
1. adj. Pasajero, que dura poco:

La literatura, como la vida, en gran parte trata sobre momentos efímeros. Todo es efímero. La literatura lo único que hace es perpetuar aquello que sólo dura un instante, aquello que de tan rápido apenas tenemos tiempo de percibirlo. Cuando alguien lo escribe, cuando alguien lo lee, lo único que hacemos es observar detenidamente esos momentos fugaces… y disfrutarlos.

Lo siguiente son fragmentos que he tomado de algunos libros. Pongan atención en esos detalles que muchas veces nosotros, en nuestro día a día, no solemos captar. Vean como, al mirarlos de nuevo en las palabras, podemos leerlos una y otra vez y percibirlos como lo que en verdad son; momentos de efímera belleza. (Los párrafos dentro de paréntesis debajo de los textos en inglés son mi propia traducción)

“The candleflame and the image of the candleflame caught in the pierglass twisted and righted when he entered the hall and again when he shut the door. He took off his hat and came slowly forward. The floorboards creaked under his boots”.
--All the pretty horses, de Cormac McCarthy

(La llama de la vela y la imagen de la llama de la vela capturada en el pierglass se retorció y enderezó cuando entró en la sala y otra vez cuando él cerró la puerta. Se quitó el sombrero y caminó lentamente hacia adelante. Las tablas del suelo crujieron bajo sus botas).


“What shall i write?” said Yegor, and he dipped his pen in the ink.
-- At Christmas Time, de Anton Chekhov

("¿Qué voy a escribir?", dijo Yegor, y mojó la pluma en la tinta.)

Pero a intervalos regulares, una ola súbita, siempre la misma, nacida a algunos metros de la orilla, se infla bruscamente y rompe enseguida, siempre sobre la misma línea. No se tiene la impresión de que el agua avance, y después se retire; es, al contrario, como si cada movimiento se ejecutara en su lugar. La hinchazón del agua produce primero una ligera depresión, del lado de la playa, y la ola retrocede un poco, con un rumor de roce de arenisca; después estalla y se expande, lechosa, sobre el declive, para volver a ganar el terreno perdido. Apenas si una subida fuerte, aquí y allá, moja por un instante algunos decímetros suplementarios.
-- La playa, de Alain Robbe-Grillet


Ahí esta aquél hombre Tom Guthrie junto a la ventana en la cocina de su casa en Holt fumando y mirando a la extención de terreno por la que empezaba a asomar el sol. Cuando el sol alcanzó la parte alta del molino, observó cómo las capas de acero y la veleta que había en lo alto de la estructura de madera se teñían de un rojo cada vez más intenso. Después apagó el cigarrillo y subió al piso de arriba y pasó frente a la puerta cerrada tras la cual yacía ella, dormida o no, a oscuras en el cuarto de invitados, y siguió por el pasillo hasta la habitación acristalada que había encima de la cocina en la que estaban los niños.  
--Plainsong, de Kent Haruf

Sé que pueden pensar en muchos párrafos similares. Sólo basta tomar alguna novela, la que más nos guste o la que no nos guste tanto pero que siempre ha estado encima del librero en que colocamos la televisión, y podremos encontrar muchos ejemplos similares. Los momentos efímeros son también una gran fuente de inspiración.


martes, 7 de diciembre de 2010

¿Y cómo debe ser la literatura?

La literatura debe ser como la mejor novia que hayas tenido. Debe ser hermosa, divertida, un poquito tonta, un poquito sabia. Debe tener una voz linda con la cual nos sepa acariciar el corazón. Debe hacernos compañía en la soledad y hacernos reír en la tristeza. Debe asombrarnos un poco y hacer que nos sintamos orgullosos cuando la llevemos del brazo.

Debe ser un poquito musical y al mismo tiempo fluir como un río. Debe enseñarnos cosas nuevas, dejarnos con la boca abierta pero nunca hacernos sentir como si fuéramos idiotas. Debe ser rica como el café, dulce como un ate de guayaba, refrescante como el agua fría, suave como las piernas de un bebé.

Por momentos debe estar enojada, por momentos alegre, por momentos gritar de miedo y por momentos guardar silencio mientras sostiene nuestra mano. Debe decir las cosas sin temor a lo que los demás piensen. Debe ser bonita aún cuando esté dormida.

Debe saber emborracharse, fumar, nadar desnuda, correr descalza, hablar fuerte en una cueva oscura, tener ideas propias, buscar nuevos caminos, ser coherente, tener buenos sentimientos y sobre todo saber caerle bien a tu mamá, aunque tu mamá tenga ideas extrañas y luego se escandalice por las faldas tan cortas que usa cuando ella te va a visitar a la casa.

Ser también un poco refinada, saber utilizar todos los cubiertos en una cena de gala, cambiar la llanta del auto, dormir a la intemperie, pararse de cabeza, sacarte de un aprieto cuando sus padres los descubran haciendo el amor en la sala. Tener la piel tersa y los ojos maravillosamente castaños.

Cuando se peleen, ella debe saber defenderse, llorar como lo hacen las niñas pero pelear como lo hacen las campeonas. Debe saber ganar pero también debe saber perder. Que sus dedos sean pequeñitos y gorditos y te sientas feliz de sólo verlos.

Y que le guste que la toques.

Y que le guste que le hagas el amor.

Y que se desvelen juntos y que por la mañana no se quiera despertar y que la beses en el hombro mientras ella se envuelve otro poco en el edredón. Pero que al final te diga que sí, que quiere estar contigo y acompañarte todo el día. Debe gustarte mucho aunque esa mañana se haya levantado de malas y le huelan un poquitín feo los pies.

Debe saber convertirse en el sitio en el que siempre te guste estar, a quien siempre te guste escuchar, con quien siempre quieras andar.

La literatura también debe saber renovarse, cambiar, adaptarse, evolucionar. Ser la voz de su época pero pensar siempre en la eternidad. Debe saber romper barreras, brincar obstáculos, superar sus propias limitaciones, alcanzar nuevos horizontes. Nunca debe detenerse para mirar el pasado con nostalgia. Debe tener siempre ambiciones de aprender.

Debe ser divertida y comer, aunque sea a veces, un poco de comida china.

Y tener sentimientos. Buenos sentimientos. Malos sentimientos.

Ser humana. Muy humana.

En fin, debe ser como la mejor novia que siempre quisiste tener.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Acerca de los límites


La teoría es la siguiente; los límites son imaginarios.

Cuando era mucho más joven, tomé un curso de creación literaria. El error más grande que pude cometer. No porque la persona que impartía el curso fuera poco diestra en la materia, tampoco lo digo por los compañeros ni por cualquier otra cosa que puedan pensar. Fue el error más grande simplemente porque me enseñaron a ponerle límites a mi escritura.

Vemos los dibujos del periodo cubista de Diego Rivera y no pocos se atreven a decir -ya sea en voz alta o cuchicheando- “hasta un niño de tres años puede hacer un dibujo igual”. Craso error. Rivera decía que para llegar a dibujar de esa manera le tomó muchos años. Lo sé. Lo entiendo.

Los dibujos del periodo en que Diego Rivera era aún estudiante son maravillosos. Unos carboncillos de la estatua de la Venus de Milo tirada en el suelo, en un ángulo poco tradicional; mirándola de los pies a la cabeza, son perfectos. El manejo de los claroscuros también es perfecto. El papel no tiene una sola mancha. Rivera era el estudiante modelo.

Entonces ¿Por qué dijo que para llegar a dibujar como niño de tres años le tomó mucho tiempo?

Porque en la escuela le pusieron límites, y los límites puestos por una persona a la que le hemos dado autoridad son muy difíciles de romper.

En aquella clase de creación literaria aprendí que todos los textos debían responder a las interrogantes del ¿Qué? ¿Cómo? Cuándo? ¿Dónde? y ¿Por qué? Aprendí de la misma forma que debía evitar las cacofonías y muchísimas otras cosas “de escuelita” que, al igual que Rivera, me llevó mucho tiempo quitarme de encima. Haber tomado aquellas clases fue lo peor que pude hacer.

¿En verdad nos interesa escribir como alguien más?

Sé que muchos podrían decir que el bagaje de conocimiento, en cualquier rama, es necesario.

Estoy de acuerdo.

En lo que no estoy de acuerdo es en que, aún antes de aprender siquiera, ya nos estén poniendo barreras.

Estoy de acuerdo en los talleres de literatura y creación literaria, desde luego. En lo que no estoy de acuerdo es en que asistan estudiantes que nunca han escrito antes. Recomiendo los talleres para gente que ya lleva tiempo arrastrando el lápiz, gente que se ha equivocado en sus escritos y que tiene sus propias ideas respecto a lo que la escritura propia debe ser.

No recomiendo tomar un taller de escritura a nadie que no haya escrito por lo menos durante diez años.

Se me encargó un trabajo en el cual debía desarrollar el guión de un comic, cosa que yo nunca antes había hecho. Para eso me preparé leyendo guiones de otras personas, leyendo libros al respecto y teniendo pláticas con otros guionistas. Escribir comics, definitivamente, no es lo mismo que escribir relatos cortos.

Al estar estudiando las diferencias, rayando mi cuaderno con ideas, manchando hojas en blanco y leyendo, leyendo, leyendo, me di cuenta de lo siguiente; en realidad, los límites son imaginarios.

Explico:

Conforme vamos aprendiendo el oficio, la gente a nuestro alrededor nos va sembrando ideas -correctas e incorrectas por igual-. Algunas de esas ideas las tomamos como dogmas que no se pueden quebrar. Entonces construimos un muro imaginario que no nos atrevemos a sobrepasar pues, dentro de nuestra cabeza, sabemos que es seguro estar dentro de los límites.

Nos creamos barreras morales, de estilo, de estructuras, de ritmos, de tendencias, etc. Nos decimos a nosotros mismos; Esas son las tablas que bordean el corral. Soy una vaca obediente, así que nunca debo sobrepasar esos límites.

En realidad, los límites siempre están ahí y lo seguirán estando. El verdadero hallazgo para mí fue comprender que en realidad los límites son flexibles.

Imaginemos un cuadro. Cada uno de sus cuatro lados representa los límites. ¿Qué pasa si en algún momento nos imaginamos pensar qué hay del otro lado de ese límite? No es necesario brincar el límite. Ni siquiera estoy seguro que se pueda brincar ese límite. Pero de lo que sí estoy seguro es que ese límite se puede empujar y empujar y empujar hasta que lleguemos aún más lejos. El cuadro que teníamos en un principio deja de serlo y se convierte en un rombo, o en cualquier otra figura geométrica que imaginemos.

Así hemos creado un nuevo límite.

Eso es lo que hacen los verdaderos artistas. Empujan los límites. Convierten el espacio dentro del corral en un espacio más grande.

Empujar la barda del corral es un verdadero acto de fe. No sabemos si estamos empujando en una buena dirección o si lo hacemos hacia un punto ciego. No hay manera de saberlo sino haciéndolo. Empujando. Volviendo a empujar.

Quiero que me digan una buena razón para que mi texto tenga siempre que responder a las preguntas del ¿qué? ¿cómo? ¿cuándo? ¿dónde? ¿por qué? No hay una necesidad absoluta de hacerlo. Tampoco tengo por qué seguir una linea recta, ni tampoco una curva. Pero también estoy en la libertad de quedarme dentro de los límites. Lo interesante está en permanecer dentro del corral con la plena conciencia de que lo estamos haciendo. Esa es la verdadera maestría. Tener un propósito.

Diego Rivera es uno de los grandes pintores que ha tenido México. Lo es no sólo por su dominio del pincel, sino también porque supo quitarse de encima todas esas barreras de las escuelas de su tiempo, se supo arriesgar, empujar la barda, llegar a sitios nuevos y andar por lugares nunca antes pisados. No se trata de transgredir por transgredir -como lo hacen muchos que creen que hacer eso te convierte de inmediato en un artista-. Se trata de transgredir para encontrar nuevos horizontes. Se trata de transgredir para quitarnos las ideas de los demás, esas ideas que cubren a nuestro verdadero yo artista. Nuestro verdadero yo creativo.

Aún estoy arrepentido de haber tomado aquellas clases hace tantos años. Apenas me estoy sacudiendo esas ideas. Me ha costado trabajo, pero creo que no lo estoy haciendo tan mal. Cada día encuentro cosas nuevas y las comparto, pues, como dice mi madre “el conocimiento que no se comparte es un conocimiento que no sirve para nada”.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Consejos a un joven lector

Para ser un buen escritor -uno que se respete, de esos que a golpe de machete descubren nuevos caminos literarios-, primero debes ser un buen lector. Las personas leen no sólo para aprender algo nuevo, sino también para viajar a lugares exóticos, para vivir aventuras que de otra forma no tendrían, para convertirse, aunque sea por un momento, en alguien más. Leemos no sólo para educarnos, sino también para divertirnos. Pero los escritores además leemos para aprender lo que se debe y lo que no se debe hacer al momento de sentarnos frente a la hoja en blanco. Leemos para descifrar los secretos de los otros escritores. Leemos para no cometer los errores que otros cometieron. Leemos para olvidar lo que ya está escrito.

Hace unos días, platicando respecto a cómo mejorar como lector con un amigo, me hizo la pregunta de; bueno ¿y cómo ser un mejor lector, entonces? Hablamos mucho, pero en ese momento no pude darle una respuesta completa, así que prometí escribirle esto; las cosas que he descubierto que me funcionan al momento de estar leyendo. Las pongo en este espacio esperando que sirvan de algo.

1. Comprende lo que estás leyendo. Es muy común llegar al final de la página y no saber lo que hemos leído. Eso no es leer en verdad. Por eso, y aunque suene muy evidente, siempre debemos comprender todo lo que estamos leyendo. Usen un diccionario o lo que sea necesario para aumentar su comprensión.

2. Lee sin esperar nada. Métanse en las palabras, en lo que el autor les quiere hacer sentir. Sumérjanse en los sentimientos.

3. No arruines tu lectura intentando ser más listo que el autor. Conozco varias personas que comienzan un libro y dicen; “ya sé en lo que va a terminar. Esto va por aquí y por allá”. No lo hagan, ya que eso solamente hará que se aburran al estar leyendo. Además, normalmente los escritores modernos siempre suelen engañar al lector, no estén seguros de lo que creen será el final.

4. No quieras ser crítico. La lectura es personal. Lo que es bueno para unos, puede no serlo para otros, y viceversa. Si les gusta lo que leen, atesórenlo. Si no les gusta, olvídenlo. Cada lector es diferente, no quieran imponer su gusto y su visión a los demás.

5. No quieras atesorar. O lo que es lo mismo; no leas por leer. La literatura no sirve más que para pasar el tiempo, aunque con frecuencia se pueden sacar cosas buenas de ella. Las personas que presumen de los libros leídos como medallas en el pecho sólo demuestran lo poco que en realidad han leído. No hay pecho lo suficientemente grande para un buen lector.

6. Disfruta la lectura por sobre todas las cosas. Si no les gusta lo que están leyendo, hagan la lectura a un lado y comiencen una nueva. Es mejor no perder el tiempo en algo que no les gusta.

7. Dale a los libros una segunda oportunidad. En ocasiones solemos leer cosas en el momento equivocado. Estoy convencido de que cada libro tiene su momento. Si un libro que leyeron hoy no les ha gustado, intenten leerlo de nuevo en unos años, tal vez llegue a gustarles.

8. Sé sincero al recomendar un libro. Recomiéndenlo porque en realidad les ha gustado, no porque todos digan que es bueno. Formen su propio criterio.

9. Lee por lo menos media hora al día. Les sorprenderá lo mucho que habrán leído al pasar un año.

10. En ocasiones sabes que un libro te gusta sólo hasta que lo has terminado. Eso me pasa con frecuencia últimamente. Hay libros que me duelen mucho, que se me hacen difíciles emocionalmente. Casi no puedo avanzar a través de las páginas. Pero al terminarlos, al leer la última página, después de descubrir el desenlace, me doy cuenta de lo mágico que ha resultado para mí. Por eso recomiendo que lleguen hasta el final de un libro antes de dar su opinión.

11. Haz tus propias reglas de lectura. Esta lista no pretende ser la verdad definitiva. De hecho, creo que puede ser ampliada hasta el infinito, y rebatida también. Estos son sólo algunos de los puntos que procuro respetar cada que leo algo nuevo. Espero que a ustedes también les sirvan de algo.

lunes, 25 de octubre de 2010

Innovar. Siempre se puede.


Alan Moore es, sin temor a equivocarme o parecer exagerado, uno de los pocos genios que escriben Comics. Todos conocemos alguna de sus historias que han sido llevadas al cine; V de Vendetta, La liga de los caballeros extraordinarios, Desde el Infierno, Los Watchmen… él es una de las personas responsables de que los comics hayan demostrado que también pueden ser inteligentes y maduros.

Con tantos años escribiendo, Moore ha desarrollado una visión particular de la industria. En la siguiente traducción a un fragmento de entrevista que le hicieron para la página Two Morrows, Alan Moore nos habla sobre innovar en el campo de los comics (lo cual puede aplicar también para cualquier otro campo del arte). Escuchemos.

ENTREVISTADOR: Has dicho que una de las razones por las cuales entraste al mundo de los comics fue por la estética, por la forma de su arte. ¿Crees que aún queda espacio para las innovaciones?

ALAN MOORE: Claro que la hay. Siempre hay espacio para las innovaciones. Sólo depende del número de personas a las que les importe hacerlas. Gente como Jack Kirby fueron notables porque gente como ellos no aparecen muy seguido. Claro que había mucha más gente como Jack Kirby en su época. Gente como Will Eisner o Harvey Kurtzman que también tuvieron un increíble impacto en la forma en que los comics eran armados y concebidos. Había esa clase de gigantes. Aunque también ha habido otras personas que han hecho audaces movimientos experimentales. Ya no veo muchos de ellos en la actualidad. Veo un montón de gente pasando por las propuestas de resolución; hay gente que ciertamente está haciendo un esfuerzo. Ha pasado mucho tiempo desde que un creador realmente intentó traspasar las ataduras y barreras del medio o que intentó imponer un estilo individual y único de la misma manera en que Kirby lo hizo. Sí, las posibilidades para el comic son ilimitadas pero depende de los hombres y mujeres que sean capaces de realizarlas, lo cual es algo totalmente impredecible.

ENTREVISTADOR: Escucho todo el tiempo a gente que dice que todas las historias de Super Héroes han sido ya contadas, que esas historias y esas ideas sólo pueden ser frescas la primera vez.

ALAN MOORE: Claro, así que tienes que meterte en el problema de hacer algo fresco. Es un montón de trabajo y entiendo como un montón de escritores no están preparados para hacerlo. Prefieren esperar que alguien más haga la innovación y luego subirse en ella pues eso es más fácil. Es mucho más seguro en términos de su carrera. Si esperas a que alguien más haga la prueba y funcione y luego saltas dentro, probablemente obtendrá más de él en términos de beneficio -y también lo harán sus personajes-que la persona que hizo la innovación. Se puede seguir adelante escribiendo siempre historias de súper héroes. Aún hay nuevas historias de vaqueros por ser escritas. Si alguien duda de esto, tomen el libro Blood Meridian, de Cormac McCarthy y díganme si esa no es una nueva forma de contar una historia de vaqueros.

Estoy cansado de escuchar a la gente decir que todo ya está hecho. “Las grandes innovaciones están en el pasado”. ¿Qué clase de cultura seríamos si todos pensáramos de esa manera? Claro que la gente ha pensado de esa manera desde hace tiempo. Estoy convencido que cualquier forma de arte, desde sus comienzos, ha tenido a un montón de gente pensando “Bueno, eso es todo, realmente” piensan. “¿Cómo podremos superar esto?” y entonces alguien más que no cree en esto viene haciendo algo que es completamente revolucionario y que cambia todo alrededor, y entonces todos se ponen eufóricos y dicen, “Bueno, ahora sí todas las grandes ideas se han hecho. No hay posibilidades para nada más en el futuro”, lo cual creo que es una actitud débil y derrotista. Yo creo que cualquier escritor que se precie no debe creer en esto, en que no hay un punto más allá en el camino, sino que debe luchar por siempre alcanzarlo.

La creatividad o el avance de cualquier medio es como una de esas viejas caricaturas de la Warner Brothers, en conde teníamos unas vías del tren cruzando el desierto y el Pato Lucas que va subido en el tren va quitando las vías detrás para ponerlas por delante y así tener más camino. No sé si están familiarizados con esta imagen. La tengo en mi cabeza: Poniendo trozos de vías delante de ti, en donde antes no hubo ninguna, lo cual representa un enorme salto de fé. Primero debes creer que hay algo delante de ti, luego tienes que hacer tu mejor esfuerzo para alcanzar ese punto, y nunca decir “hemos alcanzado el límite de la creatividad porque no hay nada más en lo que pueda pensar respecto a ella”. El error es pensar que la humanidad ha alcanzado el límite de la creatividad sólo porque nosotros nos hemos dado por vencidos, lo cual es una posición bastante cobarde y derrotista.

Si sólo algún otro artista se atreviera a tomar al toro por los cuernos de la manera en que Jack Kirby lo hizo y decidir si hemos llegado al final de las ideas y si puede haber un poco más allí. Mi posición es que las ideas son infinitas, sin límites, pero que esto sólo depende de si vamos a tomarnos el trabajo de sacarlas a flote. Cuando veo a creadores hablando de heredar la caída o el fracaso en el medio o en cualquier género en particular, sé que, sobre todo, están hablando de sus propios defectos y fallos, de su propia falta de creatividad.

No puedes culpar al medio y decir: “Creo que no hay suficientes ideas respecto a los súper héroes. Creo que todas ya han sido utilizadas” Esto me recuerda a los antiguos griegos y sus mitos. El mundo de las ideas es inagotable e infinito. Sólo tienes que encontrarlas, cosa que un montón de gente no está preparada para hacer. Ellos simplemente dejarán que alguien como Jack Kirby haga todo el trabajo y cave y se rompa la espalda. Que haga todo el trabajo durante treinta o cuarenta años, para luego las pepitas que logró encontrar y sacar a la superficie tomarlas y solamente darles un giro, hacer algo un poco diferente. Ellos no quieren hacer el trabajo duro. Esta no es una condena general a toda la industria. Creo que también es justo decir que hay un grupo de gentes dentro de la industria que es feliz trabajando de esa manera, con las cosas que ya han sido descubiertas y probadas, y que no quieren construir nada nuevo ni ensanchar sus músculos creativos.


Si quieren leer la entrevista completa, píquenle aquí.

viernes, 1 de octubre de 2010

Decir las cosas de manera diferente

Tampico es una ciudad en la cuenca del Golfo de México. Dos de sus principales problemas son la Migración y el Narcotráfico. A sus artistas, eso no parece importarles mucho.

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de estar ahí. Fui a la premiación del concurso fotográfico más importante de esa ciudad. Fui como invitado.

Alí Chumacero dijo alguna vez al respecto de la labor del artista; “Tiene que ser el reflejo de su sentido más sincero acerca de los problemas más hondamente humanos de su pueblo, pues el artista no es, no puede ser jamás quien piense y se exprese por sí y para sí, sino un instrumento interpretativo de su pueblo”. Lo dijo en 1959 y aún sigue estando vigente. Si no lo creen, no tienen más que revisar la obra de cualquier escritor importante, de cualquier pintor o escultor o artista plástico importante.

La imagen ganadora del Concurso Fotográfico Nacho López 2010 -el cual fue convocado bajo el tema del Bicentenario- es la de una señora con vestido de flores que detiene entre sus piernas una bicicleta en una calle desierta. La mujer se cubre el rostro con una mano. Su gesto es incierto. Al mirarla no sabemos si se cubre porque tiene vergüenza de que la cámara la esté tomando o siente vergüenza de alguna otra cosa. Parece que ha pasado el mediodía. Técnicamente la foto es buena. Pero cualquier estudiante de la carrera de comunicaciones puede tomar una fotografía buena. Mi mamá puede tomar una fotografía buena. Hacer arte es algo diferente.

La imagen del segundo lugar es la de una pareja de ancianos que se alejan por un camino terroso, dándonos la espalda para desaparecer en algún lugar de la sierra mexicana.

El tercer lugar fue para la imagen de una paloma que desciende encima de una enorme campana que aparece en primer plano.

De las otras imágenes finalistas sólo algunas hacían referencia al tema central del concurso -el Bicentenario-. Ninguna de ellas tocaba, ni de lejos, el tema de la migración o el narcotráfico.

Dentro de la Casa de la Cultura de Tampico, sitio de la exposición y premiación, ese mismo día se inauguraron otras dos muestras de imágenes captadas por fotógrafos de la ciudad. En ninguna de ellas encontré alguien que tocara ni la problemática ni las angustias ni las preocupaciones ni los sueños de la gente de Tampico. Sólo vi imágenes que parecían salidas de postales para turistas; campo verde, paisajes, restaurantes, vacas, etc.

Salí desilusionado.

Una semana después, ya de vuelta en casa, tuve la oportunidad de intercambiar algunas ideas -vía internet- con el organizador de una de las muestras fotográficas. Le reclamé la falta de compromiso que tienen los fotógrafos de Tampico para con su gente. Le dije que ellos tienen temas mucho más importantes que andarle sacando fotos a las montañas y a restaurantes vacíos y a círculos de piedras. Le dije que no vi arte.

Él me contestó; “¿Y entonces, cómo podemos hablar del narcotráfico y la migración sin que ello suene a nota periodística?”

Buena pregunta.

La semana pasada, dentro de las instalaciones de la Galería Metropolitana de la Universidad Autónoma Metropolitana se inauguró una muestra que lleva por nombre “Cauce crítico”. Su objetivo principal es el de reunir una muestra del arte que están haciendo los artistas visuales contemporáneos del país. La exhibición es pequeña. Tal vez ni siquiera están todos los que deberían estar, pero sí está la pieza más interesante que he visto en lo que va del año.

Carlos Aguirre, el creador de la pieza, es un coleccionista de palabras y frases. Se interesa en cómo la gente se expresa, en los eufemismos que utilizan para disfrazar y cubrir sus propios pensamientos. Él ha producido una instalación absolutamente interesante.


Llegamos a la noche de la inauguración. Un listón rojo colgaba de lado a lado en la puerta de entrada y aún nadie podía entrar a la exposición. Más allá, una pared llena de palabras.

“Los apodos, generalmente, son puestos en la escuela como sinónimo de simpatía, pero también de burla. Chapo, acepción de chaparro, nos provoca un pensamiento positivo: se diluye la peligrosidad. La idea, la verdadera dimensión del problema la desconocemos y, vistas como están las cosas, habríamos de multiplicar por 300 el muro que Carlos Aguirre ha producido en una instalación compuesta por más de 1300 apodos de narcotraficantes para conocer la realidad. Sobre el muro quedan restos, como apología de muerte y tortura, de la violencia que sirve de manual para otros”.

Al comienzo, me resultó divertido leer; El Batman, El Vaquero, El Mostro, El Acapulco, El Kitti Paez, El Remi, La Tuza, El borrego... pero conforme leía mi sonrisa se fue disipando y apareció el horror. Me di cuenta que el muro estaba lleno de apodos del narco. Un muro verde lleno de apodos de la gente más atroz del país. Al acercarnos a la obra, exactamente a la altura de los ojos, una línea hecha con recortes de periódico, con fotografías de los cuerpos desollados, cercenados, golpeados, degollados, balaceados, ahorcados, aplastados, amoratados, ahogados, embolsados, mutilados, de todos los narcotraficantes.

La obra se llama “Paisaje mexicano”.

Un muro verde que no nos deja avanzar.

El narcotráfico que nos detiene y no nos deja seguir adelante.

Seguí leyendo, llenándome de vergüenza y horror.

Recordé Tampico. Recordé la charla que tuve con el organizador de una de las muestras de fotografías con vacas gigantes que comen un pasto asquerosamente verde. Leí el apodo de El Señor de los Cielos, El Mayel, El Chapo, El J J, El Mata Amigos, El Loco, El Cejagüera... y me di cuenta de la gran distancia que hay entre un verdadero artista y una pandilla de amigos que creen que hacen arte.

Aquí, el secreto está en saber decirlo de una manera diferente. Debemos recordar que “El arte no es mejor que la vida, pero la vuelve más real”. Al menos así sucede con el verdadero arte.

Se trata de decir las cosas como las diría un verdadero artista. De decirlas diferente.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sobre romper las reglas

Esta es una traducción que hice de un pequeño capitulo del libro “70 solutions to common writing mistakes” de Bob Mayer. El libro es una recomendación de la revista norteamericana Writer´s Digest.

Capitulo 6

"Es un error no romper las reglas de la literatura. ¿Por qué es un error? Primero, debemos entender que romper las reglas es un error, pero también es un acierto. No puedes ser la excepción a la regla hasta que conozcas la regla y tengas razones de peso para romperla. Antes que nada debes saber ¿por qué quieres romperla? Pues porque si eres como cualquier otro escritor nunca destacarás. Si estás tratando que te publiquen, en cualquier formato (ya sea electrónico, fanzine, revista, libro, periódico, etc), tarde o temprano recibirás la clásica carta de rechazo diciéndote: “Queremos algo como X, pero que no sea X”.

Trata hacer algo nuevo desde las técnicas y estrategias ya probadas. Aprende de los maestros. Lee libros. Imprímele algo único, algo tuyo, a eso que aprendes. Pon tu sello particular en las técnicas que antes han funcionado.

¿La solución? Hay tres pasos para romper una regla. La primera es aprender las reglas. Si rompes una regla nomás porque la desconoces, eso es, por ponerlo en palabras bonitas, muy poco inteligente. Significa que no te has tomado la molestia de hacer tu tarea y aprender el oficio.

El segundo paso es tener una muy buena razón para romper la regla. No rompas la regla simplemente porque no tienes nada mejor que hacer. Mira las reglas, apréndelas, estúdialas. Luego piensa en por qué quieres hacer las cosas de una manera distinta.

Tercera, y muy importante, regla; acepta las consecuencias de romper las reglas. Si funcionó hacerlo, felicidades. Pero la mayoría de las veces no funcionará. Entonces tendrás que recoger todas las piezas de tu trabajo y comenzar de nuevo.

Comprende que tendrás que, eventualmente, romper las reglas si es que quieres destacar entre la multitud y ser exitoso en el mundo de las letras. Debes ser único. Si examinas estos tres pasos, hay un muy marcado arco que conformará tu carrera: 1. Aprender las reglas, que es aprender el oficio. 2. Tener una razón para romper las reglas, que es igual a tomar una decisión como artista sobre el rumbo que vas a seguir. 3. Aceptar la responsabilidad de hacerlo (de romper las reglas), que es hacer una decisión sobre esta carrera".

jueves, 2 de septiembre de 2010

Percepción de profundidad: Conflicto VS contraste

"El conflicto es lo que lleva y dirige una historia. El hombre contra el hombre, el hombre contra la naturaleza o el hombre contra sí mismo. Sin embargo, el conflicto suele confundirse fácilmente con el combate, especialmente en el mundo de la televisión. Conozco a alguien que participó en un reality show hace algunos años. Constantemente, el director lo llamaba fuera de cámaras y le decía que “subiera un poco la temperatura”, que “creara algún conflicto”. La diferencia de personalidades de los participantes y el extraño ambiente en que los habían colocado no eran suficientes para la televisión. Era necesario un poco de fricción, choques de cabezas, intercambio de palabras duras. Pedían conflictos, cuando lo que en realidad estaban pidiendo eran combates.

Me gusta pensar los conflictos como contraste de los combates. El conflicto del hombre contra el hombre es interesante sólo si hay el suficiente contraste entre estos dos hombres. Si son virtualmente idénticos, el combate literal es la única manera de que suceda algo entre ellos (tal vez). Por otro lado, entre mayor sea el contraste entre estos dos hombres, más convincente será el conflicto, independientemente de la forma que este tome.

¿Qué tienen que ver el conflicto/contraste con escribir una descripción narrativa? La noción de contraste juega un papel importante en cada nivel de una historia, comenzando con el conflicto central de la trama. Personajes, escenarios, guión, descripciones, todos los elementos de ficción se vuelven mucho más profundos si trabajan en contraste los unos contra los otros. Usemos nuestra visión como una analogía. Vemos en tres dimensiones porque nuestros ojos tienen una separación entre ellos. La diferencia entre la imagen que obtiene nuestro ojo izquierdo contra la imagen que obtiene nuestro ojo derecho –el contraste- es lo que crea nuestra percepción de profundidad. Estoy utilizando un ejemplo literal de profundidad respecto a la escritura porque la metáfora funciona. La profundidad es el resultado de la intersección de elementos contrastantes. No necesariamente opuestos, sólo diferentes... lo suficientemente diferentes".


Traducción de un fragmento del ensayo "The Devil In The Details" escrito por Craig Clevenger.

viernes, 7 de mayo de 2010

Dar un indicio sin revelar la trama

Una de las cosas que más dificultad me causa respecto a escribir un texto es ponerle un título. Escribo algo hasta arriba de la primera página, lo leo y lo borro pensando en lo mal que suena. Escribo otra cosa, me parece terrible y la vuelvo a borrar. Al final dejo algo -porque sé que algo debo dejar como título- pero nunca me satisface en su totalidad, siempre me queda esa sensación en el pecho de que otro conjunto de palabras debía ir en ese lugar. ¿Pero cuáles palabras? ¿Qué poner, entonces?

Hace poco, mientras investigaba un poco más acerca del proceso creativo que seguía Alfred Hitchcock antes de realizar sus películas, me encontré con la siguiente cita al respecto de poner títulos:

“Los títulos de las películas, como las mujeres, deben ser fáciles de recordar sin que sean familiares, intrigantes pero nunca obvios, cálidos pero refrescantes, sugiriendo acción, no impasividad, y finalmente dar un indicio sin revelar la trama. Aunque no soy una autoridad en mujeres, me temo que el título perfecto, como la mujer perfecta, es difícil de hallar… Una mujer misterio es una que posee también una cierta madurez y cuyas acciones hablan más que las palabras. Cualquier mujer puede ser una de ellas, si tiene en cuenta esos dos puntos. Debe saber crecerse… y callarse”.

Tal vez no sea la receta definitiva. Tal vez ni siquiera sea una receta clara y sencilla de seguir, pero al menos me ha dado un nuevo parámetro para juzgar mi siguiente título (una vez que lo tenga, claro).