lunes, 25 de octubre de 2010

Innovar. Siempre se puede.


Alan Moore es, sin temor a equivocarme o parecer exagerado, uno de los pocos genios que escriben Comics. Todos conocemos alguna de sus historias que han sido llevadas al cine; V de Vendetta, La liga de los caballeros extraordinarios, Desde el Infierno, Los Watchmen… él es una de las personas responsables de que los comics hayan demostrado que también pueden ser inteligentes y maduros.

Con tantos años escribiendo, Moore ha desarrollado una visión particular de la industria. En la siguiente traducción a un fragmento de entrevista que le hicieron para la página Two Morrows, Alan Moore nos habla sobre innovar en el campo de los comics (lo cual puede aplicar también para cualquier otro campo del arte). Escuchemos.

ENTREVISTADOR: Has dicho que una de las razones por las cuales entraste al mundo de los comics fue por la estética, por la forma de su arte. ¿Crees que aún queda espacio para las innovaciones?

ALAN MOORE: Claro que la hay. Siempre hay espacio para las innovaciones. Sólo depende del número de personas a las que les importe hacerlas. Gente como Jack Kirby fueron notables porque gente como ellos no aparecen muy seguido. Claro que había mucha más gente como Jack Kirby en su época. Gente como Will Eisner o Harvey Kurtzman que también tuvieron un increíble impacto en la forma en que los comics eran armados y concebidos. Había esa clase de gigantes. Aunque también ha habido otras personas que han hecho audaces movimientos experimentales. Ya no veo muchos de ellos en la actualidad. Veo un montón de gente pasando por las propuestas de resolución; hay gente que ciertamente está haciendo un esfuerzo. Ha pasado mucho tiempo desde que un creador realmente intentó traspasar las ataduras y barreras del medio o que intentó imponer un estilo individual y único de la misma manera en que Kirby lo hizo. Sí, las posibilidades para el comic son ilimitadas pero depende de los hombres y mujeres que sean capaces de realizarlas, lo cual es algo totalmente impredecible.

ENTREVISTADOR: Escucho todo el tiempo a gente que dice que todas las historias de Super Héroes han sido ya contadas, que esas historias y esas ideas sólo pueden ser frescas la primera vez.

ALAN MOORE: Claro, así que tienes que meterte en el problema de hacer algo fresco. Es un montón de trabajo y entiendo como un montón de escritores no están preparados para hacerlo. Prefieren esperar que alguien más haga la innovación y luego subirse en ella pues eso es más fácil. Es mucho más seguro en términos de su carrera. Si esperas a que alguien más haga la prueba y funcione y luego saltas dentro, probablemente obtendrá más de él en términos de beneficio -y también lo harán sus personajes-que la persona que hizo la innovación. Se puede seguir adelante escribiendo siempre historias de súper héroes. Aún hay nuevas historias de vaqueros por ser escritas. Si alguien duda de esto, tomen el libro Blood Meridian, de Cormac McCarthy y díganme si esa no es una nueva forma de contar una historia de vaqueros.

Estoy cansado de escuchar a la gente decir que todo ya está hecho. “Las grandes innovaciones están en el pasado”. ¿Qué clase de cultura seríamos si todos pensáramos de esa manera? Claro que la gente ha pensado de esa manera desde hace tiempo. Estoy convencido que cualquier forma de arte, desde sus comienzos, ha tenido a un montón de gente pensando “Bueno, eso es todo, realmente” piensan. “¿Cómo podremos superar esto?” y entonces alguien más que no cree en esto viene haciendo algo que es completamente revolucionario y que cambia todo alrededor, y entonces todos se ponen eufóricos y dicen, “Bueno, ahora sí todas las grandes ideas se han hecho. No hay posibilidades para nada más en el futuro”, lo cual creo que es una actitud débil y derrotista. Yo creo que cualquier escritor que se precie no debe creer en esto, en que no hay un punto más allá en el camino, sino que debe luchar por siempre alcanzarlo.

La creatividad o el avance de cualquier medio es como una de esas viejas caricaturas de la Warner Brothers, en conde teníamos unas vías del tren cruzando el desierto y el Pato Lucas que va subido en el tren va quitando las vías detrás para ponerlas por delante y así tener más camino. No sé si están familiarizados con esta imagen. La tengo en mi cabeza: Poniendo trozos de vías delante de ti, en donde antes no hubo ninguna, lo cual representa un enorme salto de fé. Primero debes creer que hay algo delante de ti, luego tienes que hacer tu mejor esfuerzo para alcanzar ese punto, y nunca decir “hemos alcanzado el límite de la creatividad porque no hay nada más en lo que pueda pensar respecto a ella”. El error es pensar que la humanidad ha alcanzado el límite de la creatividad sólo porque nosotros nos hemos dado por vencidos, lo cual es una posición bastante cobarde y derrotista.

Si sólo algún otro artista se atreviera a tomar al toro por los cuernos de la manera en que Jack Kirby lo hizo y decidir si hemos llegado al final de las ideas y si puede haber un poco más allí. Mi posición es que las ideas son infinitas, sin límites, pero que esto sólo depende de si vamos a tomarnos el trabajo de sacarlas a flote. Cuando veo a creadores hablando de heredar la caída o el fracaso en el medio o en cualquier género en particular, sé que, sobre todo, están hablando de sus propios defectos y fallos, de su propia falta de creatividad.

No puedes culpar al medio y decir: “Creo que no hay suficientes ideas respecto a los súper héroes. Creo que todas ya han sido utilizadas” Esto me recuerda a los antiguos griegos y sus mitos. El mundo de las ideas es inagotable e infinito. Sólo tienes que encontrarlas, cosa que un montón de gente no está preparada para hacer. Ellos simplemente dejarán que alguien como Jack Kirby haga todo el trabajo y cave y se rompa la espalda. Que haga todo el trabajo durante treinta o cuarenta años, para luego las pepitas que logró encontrar y sacar a la superficie tomarlas y solamente darles un giro, hacer algo un poco diferente. Ellos no quieren hacer el trabajo duro. Esta no es una condena general a toda la industria. Creo que también es justo decir que hay un grupo de gentes dentro de la industria que es feliz trabajando de esa manera, con las cosas que ya han sido descubiertas y probadas, y que no quieren construir nada nuevo ni ensanchar sus músculos creativos.


Si quieren leer la entrevista completa, píquenle aquí.

viernes, 1 de octubre de 2010

Decir las cosas de manera diferente

Tampico es una ciudad en la cuenca del Golfo de México. Dos de sus principales problemas son la Migración y el Narcotráfico. A sus artistas, eso no parece importarles mucho.

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de estar ahí. Fui a la premiación del concurso fotográfico más importante de esa ciudad. Fui como invitado.

Alí Chumacero dijo alguna vez al respecto de la labor del artista; “Tiene que ser el reflejo de su sentido más sincero acerca de los problemas más hondamente humanos de su pueblo, pues el artista no es, no puede ser jamás quien piense y se exprese por sí y para sí, sino un instrumento interpretativo de su pueblo”. Lo dijo en 1959 y aún sigue estando vigente. Si no lo creen, no tienen más que revisar la obra de cualquier escritor importante, de cualquier pintor o escultor o artista plástico importante.

La imagen ganadora del Concurso Fotográfico Nacho López 2010 -el cual fue convocado bajo el tema del Bicentenario- es la de una señora con vestido de flores que detiene entre sus piernas una bicicleta en una calle desierta. La mujer se cubre el rostro con una mano. Su gesto es incierto. Al mirarla no sabemos si se cubre porque tiene vergüenza de que la cámara la esté tomando o siente vergüenza de alguna otra cosa. Parece que ha pasado el mediodía. Técnicamente la foto es buena. Pero cualquier estudiante de la carrera de comunicaciones puede tomar una fotografía buena. Mi mamá puede tomar una fotografía buena. Hacer arte es algo diferente.

La imagen del segundo lugar es la de una pareja de ancianos que se alejan por un camino terroso, dándonos la espalda para desaparecer en algún lugar de la sierra mexicana.

El tercer lugar fue para la imagen de una paloma que desciende encima de una enorme campana que aparece en primer plano.

De las otras imágenes finalistas sólo algunas hacían referencia al tema central del concurso -el Bicentenario-. Ninguna de ellas tocaba, ni de lejos, el tema de la migración o el narcotráfico.

Dentro de la Casa de la Cultura de Tampico, sitio de la exposición y premiación, ese mismo día se inauguraron otras dos muestras de imágenes captadas por fotógrafos de la ciudad. En ninguna de ellas encontré alguien que tocara ni la problemática ni las angustias ni las preocupaciones ni los sueños de la gente de Tampico. Sólo vi imágenes que parecían salidas de postales para turistas; campo verde, paisajes, restaurantes, vacas, etc.

Salí desilusionado.

Una semana después, ya de vuelta en casa, tuve la oportunidad de intercambiar algunas ideas -vía internet- con el organizador de una de las muestras fotográficas. Le reclamé la falta de compromiso que tienen los fotógrafos de Tampico para con su gente. Le dije que ellos tienen temas mucho más importantes que andarle sacando fotos a las montañas y a restaurantes vacíos y a círculos de piedras. Le dije que no vi arte.

Él me contestó; “¿Y entonces, cómo podemos hablar del narcotráfico y la migración sin que ello suene a nota periodística?”

Buena pregunta.

La semana pasada, dentro de las instalaciones de la Galería Metropolitana de la Universidad Autónoma Metropolitana se inauguró una muestra que lleva por nombre “Cauce crítico”. Su objetivo principal es el de reunir una muestra del arte que están haciendo los artistas visuales contemporáneos del país. La exhibición es pequeña. Tal vez ni siquiera están todos los que deberían estar, pero sí está la pieza más interesante que he visto en lo que va del año.

Carlos Aguirre, el creador de la pieza, es un coleccionista de palabras y frases. Se interesa en cómo la gente se expresa, en los eufemismos que utilizan para disfrazar y cubrir sus propios pensamientos. Él ha producido una instalación absolutamente interesante.


Llegamos a la noche de la inauguración. Un listón rojo colgaba de lado a lado en la puerta de entrada y aún nadie podía entrar a la exposición. Más allá, una pared llena de palabras.

“Los apodos, generalmente, son puestos en la escuela como sinónimo de simpatía, pero también de burla. Chapo, acepción de chaparro, nos provoca un pensamiento positivo: se diluye la peligrosidad. La idea, la verdadera dimensión del problema la desconocemos y, vistas como están las cosas, habríamos de multiplicar por 300 el muro que Carlos Aguirre ha producido en una instalación compuesta por más de 1300 apodos de narcotraficantes para conocer la realidad. Sobre el muro quedan restos, como apología de muerte y tortura, de la violencia que sirve de manual para otros”.

Al comienzo, me resultó divertido leer; El Batman, El Vaquero, El Mostro, El Acapulco, El Kitti Paez, El Remi, La Tuza, El borrego... pero conforme leía mi sonrisa se fue disipando y apareció el horror. Me di cuenta que el muro estaba lleno de apodos del narco. Un muro verde lleno de apodos de la gente más atroz del país. Al acercarnos a la obra, exactamente a la altura de los ojos, una línea hecha con recortes de periódico, con fotografías de los cuerpos desollados, cercenados, golpeados, degollados, balaceados, ahorcados, aplastados, amoratados, ahogados, embolsados, mutilados, de todos los narcotraficantes.

La obra se llama “Paisaje mexicano”.

Un muro verde que no nos deja avanzar.

El narcotráfico que nos detiene y no nos deja seguir adelante.

Seguí leyendo, llenándome de vergüenza y horror.

Recordé Tampico. Recordé la charla que tuve con el organizador de una de las muestras de fotografías con vacas gigantes que comen un pasto asquerosamente verde. Leí el apodo de El Señor de los Cielos, El Mayel, El Chapo, El J J, El Mata Amigos, El Loco, El Cejagüera... y me di cuenta de la gran distancia que hay entre un verdadero artista y una pandilla de amigos que creen que hacen arte.

Aquí, el secreto está en saber decirlo de una manera diferente. Debemos recordar que “El arte no es mejor que la vida, pero la vuelve más real”. Al menos así sucede con el verdadero arte.

Se trata de decir las cosas como las diría un verdadero artista. De decirlas diferente.