martes, 28 de diciembre de 2010

El encuentro fortuíto de elementos extraños



Mezclar dos temas que nunca antes estuvieron juntos, mezclar dos técnicas, dos medios, dos materiales que, al menos nosotros, los espectadores, los lectores, nunca antes hemos visto juntos, lo vuelve algo novedoso en nuestra cabeza... y en realidad lo es.

El siguiente es un fragmento de un libro, “Surrealismo”, de Cathrin Klingsöhr-Leroy, publicado por la editorial Taschen.

El encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección

En 1934, Max Ernst escribía retrospectivamente en su tratado “Qué es el surrealismo”: Al principio, no resultaba fácil ni a pintores ni a escultores encontrar los procedimientos propios de la “escritura automática” adaptados a sus posibilidades expresivas técnicas, que les permitiesen alcanzar la objetividad poética, es decir, excluir el proceso generador de la obra de arte de la razón, el gusto la voluntad consciente. No podían recurrir a estudios teóricos, sino sólo a ensayos prácticos y a sus resultados. El encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección (Lautréamont) es actualmente un ejemplo muy conocido, casi clásico, del fenómeno descubierto por los surrealistas de que la aproximación de dos (o más) elementos aparentemente extraños entre sí en un plano ajeno a ellos provoca las explosiones poéticas más intensas. Innumerables experimentos individuales y colectivos [...] demostraron la utilidad de este procedimiento. Se comprobó que cuanto más arbitrariamente se reuniesen los elementos, más segura era una reinterpretación total o parcial de las cosas a través de los chispazos de la poesía.

Un ejemplo típico de este proceso es el collage, que tuvo en Max Ernst a uno de sus representantes más destacados. Ya en 1919, cuando el artista se contaba entre los protagonistas del dadaísmo en Colonia, descubrió el efecto alucinatorio resultante de la combinación de elementos -plásticos en este caso- procedentes de contextos diferentes. Los motivos de los catálogos comerciales, de las representaciones anatómicas y los grabados antiguos le proporcionaban la materia prima necesaria para sus collages. Los recortaba, los combinaba de nuevo y presentaba sus sorprendentes asociaciones ante un trasfondo novedoso.

Sólo por el hecho de encontrarse junto a una segunda realidad muy distinta y no menos absurda (una máquina de coser), en un lugar en que ambas se tienen que sentir extrañas (una mesa de disección), una realidad de contornos precisos, cuya determinación natural parece definitivamente establecida (un paraguas), pierde su definición natural y su identidad; a través de un valor relativo supera su absolutismo falso y adquiere un absolutismo nuevo, verdadero y poético: el paraguas y la máquina de coser se aparean. Entiendo que este ejemplo realmente sencillo revela el mecanismo del procedimiento. La transmutación total se evidenciará de forma inevitable como consecuencia de una acción pura similar a la del coito en el momento mismo en que la coincidencia de dos realidades, en apariencia incompatibles en un plano que obviamente no les corresponde, cree las condiciones necesarias.

Esto, espero, les ayude a encontrar una nueva forma de buscar inspiración literaria.  


jueves, 23 de diciembre de 2010

Lo efímero en la literatura


efímero, ra
1. adj. Pasajero, que dura poco:

La literatura, como la vida, en gran parte trata sobre momentos efímeros. Todo es efímero. La literatura lo único que hace es perpetuar aquello que sólo dura un instante, aquello que de tan rápido apenas tenemos tiempo de percibirlo. Cuando alguien lo escribe, cuando alguien lo lee, lo único que hacemos es observar detenidamente esos momentos fugaces… y disfrutarlos.

Lo siguiente son fragmentos que he tomado de algunos libros. Pongan atención en esos detalles que muchas veces nosotros, en nuestro día a día, no solemos captar. Vean como, al mirarlos de nuevo en las palabras, podemos leerlos una y otra vez y percibirlos como lo que en verdad son; momentos de efímera belleza. (Los párrafos dentro de paréntesis debajo de los textos en inglés son mi propia traducción)

“The candleflame and the image of the candleflame caught in the pierglass twisted and righted when he entered the hall and again when he shut the door. He took off his hat and came slowly forward. The floorboards creaked under his boots”.
--All the pretty horses, de Cormac McCarthy

(La llama de la vela y la imagen de la llama de la vela capturada en el pierglass se retorció y enderezó cuando entró en la sala y otra vez cuando él cerró la puerta. Se quitó el sombrero y caminó lentamente hacia adelante. Las tablas del suelo crujieron bajo sus botas).


“What shall i write?” said Yegor, and he dipped his pen in the ink.
-- At Christmas Time, de Anton Chekhov

("¿Qué voy a escribir?", dijo Yegor, y mojó la pluma en la tinta.)

Pero a intervalos regulares, una ola súbita, siempre la misma, nacida a algunos metros de la orilla, se infla bruscamente y rompe enseguida, siempre sobre la misma línea. No se tiene la impresión de que el agua avance, y después se retire; es, al contrario, como si cada movimiento se ejecutara en su lugar. La hinchazón del agua produce primero una ligera depresión, del lado de la playa, y la ola retrocede un poco, con un rumor de roce de arenisca; después estalla y se expande, lechosa, sobre el declive, para volver a ganar el terreno perdido. Apenas si una subida fuerte, aquí y allá, moja por un instante algunos decímetros suplementarios.
-- La playa, de Alain Robbe-Grillet


Ahí esta aquél hombre Tom Guthrie junto a la ventana en la cocina de su casa en Holt fumando y mirando a la extención de terreno por la que empezaba a asomar el sol. Cuando el sol alcanzó la parte alta del molino, observó cómo las capas de acero y la veleta que había en lo alto de la estructura de madera se teñían de un rojo cada vez más intenso. Después apagó el cigarrillo y subió al piso de arriba y pasó frente a la puerta cerrada tras la cual yacía ella, dormida o no, a oscuras en el cuarto de invitados, y siguió por el pasillo hasta la habitación acristalada que había encima de la cocina en la que estaban los niños.  
--Plainsong, de Kent Haruf

Sé que pueden pensar en muchos párrafos similares. Sólo basta tomar alguna novela, la que más nos guste o la que no nos guste tanto pero que siempre ha estado encima del librero en que colocamos la televisión, y podremos encontrar muchos ejemplos similares. Los momentos efímeros son también una gran fuente de inspiración.


martes, 7 de diciembre de 2010

¿Y cómo debe ser la literatura?

La literatura debe ser como la mejor novia que hayas tenido. Debe ser hermosa, divertida, un poquito tonta, un poquito sabia. Debe tener una voz linda con la cual nos sepa acariciar el corazón. Debe hacernos compañía en la soledad y hacernos reír en la tristeza. Debe asombrarnos un poco y hacer que nos sintamos orgullosos cuando la llevemos del brazo.

Debe ser un poquito musical y al mismo tiempo fluir como un río. Debe enseñarnos cosas nuevas, dejarnos con la boca abierta pero nunca hacernos sentir como si fuéramos idiotas. Debe ser rica como el café, dulce como un ate de guayaba, refrescante como el agua fría, suave como las piernas de un bebé.

Por momentos debe estar enojada, por momentos alegre, por momentos gritar de miedo y por momentos guardar silencio mientras sostiene nuestra mano. Debe decir las cosas sin temor a lo que los demás piensen. Debe ser bonita aún cuando esté dormida.

Debe saber emborracharse, fumar, nadar desnuda, correr descalza, hablar fuerte en una cueva oscura, tener ideas propias, buscar nuevos caminos, ser coherente, tener buenos sentimientos y sobre todo saber caerle bien a tu mamá, aunque tu mamá tenga ideas extrañas y luego se escandalice por las faldas tan cortas que usa cuando ella te va a visitar a la casa.

Ser también un poco refinada, saber utilizar todos los cubiertos en una cena de gala, cambiar la llanta del auto, dormir a la intemperie, pararse de cabeza, sacarte de un aprieto cuando sus padres los descubran haciendo el amor en la sala. Tener la piel tersa y los ojos maravillosamente castaños.

Cuando se peleen, ella debe saber defenderse, llorar como lo hacen las niñas pero pelear como lo hacen las campeonas. Debe saber ganar pero también debe saber perder. Que sus dedos sean pequeñitos y gorditos y te sientas feliz de sólo verlos.

Y que le guste que la toques.

Y que le guste que le hagas el amor.

Y que se desvelen juntos y que por la mañana no se quiera despertar y que la beses en el hombro mientras ella se envuelve otro poco en el edredón. Pero que al final te diga que sí, que quiere estar contigo y acompañarte todo el día. Debe gustarte mucho aunque esa mañana se haya levantado de malas y le huelan un poquitín feo los pies.

Debe saber convertirse en el sitio en el que siempre te guste estar, a quien siempre te guste escuchar, con quien siempre quieras andar.

La literatura también debe saber renovarse, cambiar, adaptarse, evolucionar. Ser la voz de su época pero pensar siempre en la eternidad. Debe saber romper barreras, brincar obstáculos, superar sus propias limitaciones, alcanzar nuevos horizontes. Nunca debe detenerse para mirar el pasado con nostalgia. Debe tener siempre ambiciones de aprender.

Debe ser divertida y comer, aunque sea a veces, un poco de comida china.

Y tener sentimientos. Buenos sentimientos. Malos sentimientos.

Ser humana. Muy humana.

En fin, debe ser como la mejor novia que siempre quisiste tener.