miércoles, 27 de julio de 2011

Acerca del arte y el trabajo del artista


* Fragmento de una carta en la que reflexiono acerca del arte


(...) No se trata de reflejar el mundo como es, sino de reflejarlo tal y como imaginamos que debería ser. De eso trata el arte. De crear cosas que, en nuestra opinión, pensamos que vale la pena observar. Lo anterior debemos insertarlo en el mensaje y luego reflejarlo con la técnica. Piensa en las estatuas de los griegos... no creo que ellos hayan sido asi (al menos no todos) pero los artistas imaginaban el cuerpo perfecto, a la mujer perfecta, al atleta perfecto. O en dado caso de que ese modelo existiera en la vida real (pero lo cual, seguramente, era poco común) el artista reflejaba esa visión en una estatua para que todos pudieran verla y a su vez imitarla en la vida diaria. El artista crea mundos nuevos. Ese es su trabajo. Exhibe la perfección y señala los errores para que podamos, al verlos en perspectiva, racionalizar acerca de ellos. El arte nos ayuda a pensar en nosotros y a convertirnos en personas diferentes.

viernes, 11 de febrero de 2011

Tres cosas que debes tener en cuenta si quieres escribir historias que la gente recuerde por siempre



He estado pensando últimamente respecto a la literatura y la inspiración, y he llegado a una conclusión respecto a tres elementos que componen la novela: Historia, personajes y estilo. 

Si dos de estos tres elementos están presentes, entonces el lector tendrá una experiencia que disfrutará.

Piénsenlo. Piensen en los libros que han leído y que son “verdaderamente buenos”, que han disfrutado y que le recomiendan a sus amigos, pero que a pesar de eso no los deja con esa sensación de “wow” o de un momento que se quedará con ustedes para siempre. La mayoría de estos libros –libros que se disfrutan, que recomiendas, que tal vez leas por una segunda ocasión- son expertos (o se acercan mucho a ser expertos) en el manejo de dos de estos tres elementos: Historia, personajes y estilo

Ahora piensa en los libros sublimes que has leído. Aquellos en los que piensas a pesar de tener muchos años de haberlos leído. Esos libros que le recomiendas a todos, aún cuando no recuerdas exactamente por qué (o ya has olvidado el por qué). 

Estos libros tienen personajes que son tridimensionales, al igual que la gente con la que vives o trabajas (tal vez hasta sean más tridimensionales que la gente que conoces). 

Estos personajes son parte de una historia única, con multiplicidad de capas y niveles que bien pueden llevar el libro por si mismas, aún si está llena de personajes que no aportan nada y que no son más que objetos que se mueven a través de la historia. 

Y desde luego, la escritura, el estilo en el que están escritos estos libros es impecable. 

Algunos me podrán decir que una escritura impecable es absolutamente necesaria. 

Yo diría que incluso los puristas de la literatura son capaces de disfrutar a John Grisham (Menos La Granja o Gradas, ambas de las cuales no dominan más que uno solo de los elementos: los personajes). De hecho, hasta los fans de Harry Potter pueden atestiguar esto –Rowling no demostró ser una escritora competente sino hasta el Caliz de Fuego (una historia incredible, seguro; pero no más que el producto de una escritora competente), y aún los snob literarios como yo podemos divertirnos leyendo la serie completa de Harry Potter (y no sólo del libro 4 al 7). Después de todo, los personajes y la historia son impecables y absorbentes como cualquier otra que puedas encontrar. 

Estoy seguro que hay excepciones. Pero a medida que valoro lo que les estoy diciendo, no se me ocurren muchas otras. Si una novela domina dos de los tres elementos; seguro que vale la pena leerla. 

Si una novela domina los tres elementos; es seguro que tendrá a los lectores enganchados durante mucho, mucho tiempo. 

Entonces, mi consejo literario para su inspiración es; si quieren que los lectores recuerden sus libros por mucho tiempo, deben dominar estos tres elementos… y aplicarlos a su escritura. 

domingo, 2 de enero de 2011

Cazador de palabras

¿Cuántas veces, en nuestra búsqueda de inspiración, no nos hemos sentido derrotados por lo dificil que resulta crear algo en donde antes no había nada? ¿Cuántas veces, escritores, no nos hemos quedado frente a la hoja blanca, imaginando que a los demás escritores no les resulta tan dificil esta misma labor? El siguiente es un párrafo escrito por José Saramago. En él aprenderemos lo que es realmente importante en todo este proceso. 

De Todos los nombres, Alfaguara, 2001, pp. 78-79:

Imaginemos un cazador, iba diciéndose a sí mismo, imaginemos un cazador que hubiese preparado cuidadosamente su equipo, la escopeta, la cartuchera, el morral de la merienda, la cantimplora del agua, la bolsa de red para recoger las piezas, las botas camperas, imaginémoslo saliendo con los perros, decidido, lleno de ánimo, preparado para una larga jornada como es propio de las aventuras cinegéticas y, al doblar la esquina más próxima, todavía al lado de la casa, le sale al encuentro una bandada de perdices dispuestas a dejarse matar, que levantan el vuelo pero no se van de allí por más tiros que las abatan, con regalo y sorpresa de los perros, que nunca en su vida habían visto caer el maná del cielo en tales cantidades. Cuál sería, para el cazador, el interés de una caza hasta este punto fácil, con las perdices ofreciéndose, por decirlo así, ante los cañones, se preguntó don José, y dio la respuesta que a cualquiera le parecerá obvia, Ninguno. Lo mismo me pasa a mí, añadió, debe de haber en mi cabeza, y seguramente en la cabeza de todo el mundo, un pensamiento autóctono que piensa por su propia cuenta, que decide sin la participación del otro pensamiento, ese que conocemos desde que nos conocemos y al que tratamos de tú, ese que se deja guiar para llevarnos a donde creemos que conscientemente queremos ir, aunque, a fin de cuentas, puede que esté siendo conducido por otro camino, en otra dirección, y no para la esquina más próxima, donde una bandada de perdices nos espera sin que lo sepan, pero sabiéndolo nosotros, en fin, que lo que da verdadero sentido al encuentro es la búsqueda y que es preciso andar mucho para alcanzar lo que está cerca. La claridad del pensamiento, fuese éste o aquél, el especial o el de costumbre, verdaderamente después de haber llegado no importa tanto cómo se llegó, fue tan cegadora, que don José paró aturdido en medio de la acera, envuelto por la llovizna brumosa y por la luz de una farola del alumbrado público que se encendió en aquel momento por casualidad.

Rescato: Lo que da verdadero sentido al encuentro es la búsqueda y que es preciso andar mucho para alcanzar lo que está cerca.


martes, 28 de diciembre de 2010

El encuentro fortuíto de elementos extraños



Mezclar dos temas que nunca antes estuvieron juntos, mezclar dos técnicas, dos medios, dos materiales que, al menos nosotros, los espectadores, los lectores, nunca antes hemos visto juntos, lo vuelve algo novedoso en nuestra cabeza... y en realidad lo es.

El siguiente es un fragmento de un libro, “Surrealismo”, de Cathrin Klingsöhr-Leroy, publicado por la editorial Taschen.

El encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección

En 1934, Max Ernst escribía retrospectivamente en su tratado “Qué es el surrealismo”: Al principio, no resultaba fácil ni a pintores ni a escultores encontrar los procedimientos propios de la “escritura automática” adaptados a sus posibilidades expresivas técnicas, que les permitiesen alcanzar la objetividad poética, es decir, excluir el proceso generador de la obra de arte de la razón, el gusto la voluntad consciente. No podían recurrir a estudios teóricos, sino sólo a ensayos prácticos y a sus resultados. El encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección (Lautréamont) es actualmente un ejemplo muy conocido, casi clásico, del fenómeno descubierto por los surrealistas de que la aproximación de dos (o más) elementos aparentemente extraños entre sí en un plano ajeno a ellos provoca las explosiones poéticas más intensas. Innumerables experimentos individuales y colectivos [...] demostraron la utilidad de este procedimiento. Se comprobó que cuanto más arbitrariamente se reuniesen los elementos, más segura era una reinterpretación total o parcial de las cosas a través de los chispazos de la poesía.

Un ejemplo típico de este proceso es el collage, que tuvo en Max Ernst a uno de sus representantes más destacados. Ya en 1919, cuando el artista se contaba entre los protagonistas del dadaísmo en Colonia, descubrió el efecto alucinatorio resultante de la combinación de elementos -plásticos en este caso- procedentes de contextos diferentes. Los motivos de los catálogos comerciales, de las representaciones anatómicas y los grabados antiguos le proporcionaban la materia prima necesaria para sus collages. Los recortaba, los combinaba de nuevo y presentaba sus sorprendentes asociaciones ante un trasfondo novedoso.

Sólo por el hecho de encontrarse junto a una segunda realidad muy distinta y no menos absurda (una máquina de coser), en un lugar en que ambas se tienen que sentir extrañas (una mesa de disección), una realidad de contornos precisos, cuya determinación natural parece definitivamente establecida (un paraguas), pierde su definición natural y su identidad; a través de un valor relativo supera su absolutismo falso y adquiere un absolutismo nuevo, verdadero y poético: el paraguas y la máquina de coser se aparean. Entiendo que este ejemplo realmente sencillo revela el mecanismo del procedimiento. La transmutación total se evidenciará de forma inevitable como consecuencia de una acción pura similar a la del coito en el momento mismo en que la coincidencia de dos realidades, en apariencia incompatibles en un plano que obviamente no les corresponde, cree las condiciones necesarias.

Esto, espero, les ayude a encontrar una nueva forma de buscar inspiración literaria.  


jueves, 23 de diciembre de 2010

Lo efímero en la literatura


efímero, ra
1. adj. Pasajero, que dura poco:

La literatura, como la vida, en gran parte trata sobre momentos efímeros. Todo es efímero. La literatura lo único que hace es perpetuar aquello que sólo dura un instante, aquello que de tan rápido apenas tenemos tiempo de percibirlo. Cuando alguien lo escribe, cuando alguien lo lee, lo único que hacemos es observar detenidamente esos momentos fugaces… y disfrutarlos.

Lo siguiente son fragmentos que he tomado de algunos libros. Pongan atención en esos detalles que muchas veces nosotros, en nuestro día a día, no solemos captar. Vean como, al mirarlos de nuevo en las palabras, podemos leerlos una y otra vez y percibirlos como lo que en verdad son; momentos de efímera belleza. (Los párrafos dentro de paréntesis debajo de los textos en inglés son mi propia traducción)

“The candleflame and the image of the candleflame caught in the pierglass twisted and righted when he entered the hall and again when he shut the door. He took off his hat and came slowly forward. The floorboards creaked under his boots”.
--All the pretty horses, de Cormac McCarthy

(La llama de la vela y la imagen de la llama de la vela capturada en el pierglass se retorció y enderezó cuando entró en la sala y otra vez cuando él cerró la puerta. Se quitó el sombrero y caminó lentamente hacia adelante. Las tablas del suelo crujieron bajo sus botas).


“What shall i write?” said Yegor, and he dipped his pen in the ink.
-- At Christmas Time, de Anton Chekhov

("¿Qué voy a escribir?", dijo Yegor, y mojó la pluma en la tinta.)

Pero a intervalos regulares, una ola súbita, siempre la misma, nacida a algunos metros de la orilla, se infla bruscamente y rompe enseguida, siempre sobre la misma línea. No se tiene la impresión de que el agua avance, y después se retire; es, al contrario, como si cada movimiento se ejecutara en su lugar. La hinchazón del agua produce primero una ligera depresión, del lado de la playa, y la ola retrocede un poco, con un rumor de roce de arenisca; después estalla y se expande, lechosa, sobre el declive, para volver a ganar el terreno perdido. Apenas si una subida fuerte, aquí y allá, moja por un instante algunos decímetros suplementarios.
-- La playa, de Alain Robbe-Grillet


Ahí esta aquél hombre Tom Guthrie junto a la ventana en la cocina de su casa en Holt fumando y mirando a la extención de terreno por la que empezaba a asomar el sol. Cuando el sol alcanzó la parte alta del molino, observó cómo las capas de acero y la veleta que había en lo alto de la estructura de madera se teñían de un rojo cada vez más intenso. Después apagó el cigarrillo y subió al piso de arriba y pasó frente a la puerta cerrada tras la cual yacía ella, dormida o no, a oscuras en el cuarto de invitados, y siguió por el pasillo hasta la habitación acristalada que había encima de la cocina en la que estaban los niños.  
--Plainsong, de Kent Haruf

Sé que pueden pensar en muchos párrafos similares. Sólo basta tomar alguna novela, la que más nos guste o la que no nos guste tanto pero que siempre ha estado encima del librero en que colocamos la televisión, y podremos encontrar muchos ejemplos similares. Los momentos efímeros son también una gran fuente de inspiración.